¿Qué sostiene a Maduro y por qué no cae?
Ante el ambiente de colapso que se respira, cualquier presidente ya hubiera dejado el poder.
Yolita Rodríguez, de 58 años, recibió el miércoles el disparo de un cartucho de gas lacrimógeno en el sector de Altamira, en una de las multitudinarias protestas contra el Gobierno que desde hace semanas sacuden a Venezuela y han dejado casi una treintena de muertos. La impactó en la cabeza.
En otro sector de Caracas, en Colinas de Bello Monte, un hombre mayor, con su nieto de 7 años, hurgaba en las basuras en busca de comida. Un 8 por ciento de la población reconoce que ha recogido de los desperdicios para comer, según un estudio de la consultora Ecoanalítica y la Universidad Católica Andrés Bello.
Estas dos historias suceden en un país que atraviesa una profunda crisis de desabastecimiento de alimentos y medicinas; que tiene la tasa de inflación más alta del mundo (720 por ciento a fines de este año y 2.068 a fines del 2018, según el FMI), y cuyo presidente tiene una aprobación que antes de la ola de manifestaciones no superaba el 20 por ciento, según Luis Vicente León, de la encuestadora Datanálisis.
Por eso resulta desconcertante intentar descifrar el sólido engranaje que sostiene en el poder a un mandatario que en cualquier lugar del mundo, ante un panorama de colapso similar, muy probablemente ya habría sido destituido o forzado a renunciar. Pero no en la Venezuela de Nicolás Maduro. O al menos no todavía.
¿Por qué?
“Maduro cuenta con las armas, con los recursos del Estado y con los servicios de inteligencia. Eso lo hace muy poderoso, a pesar del alto costo de la deslegitimación por su gestión, como por el ritmo con el que ha apretado el acelerador del autoritarismo y el desconocimiento de la autonomía de los poderes públicos”, diagnostica para EL TIEMPO Rocío San Miguel, de la ONG Control Ciudadano.
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Pero, más allá de esto, hay un elemento capital que simplifica las razones por las cuales Maduro no cae: el apoyo irrestricto de la Fuerza Armada Nacional (FAN).
Desde que el teniente coronel Hugo Chávez llegó al poder en 1999 y empezó a perfilar la ‘revolución bolivariana’, una de las bases de su propuesta fue la de la alianza cívico-militar, un concepto ventilado históricamente en Latinoamérica tanto por dictaduras populistas como por partidos de extrema izquierda.
Pero Chávez llegó mucho más allá, hasta el punto de que el estamento militar permeó las bases de la sociedad y del Estado, y Maduro amplió esas competencias.
Los oficiales, incluso en ejercicio, coparon los ministerios (11 de 32), las actividades productivas, la renta petrolera y la distribución de alimentos.
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El control absoluto del Gobierno sobre la FAN solo podría llegar a encontrar resistencia en los mandos medios
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“Los mandos militares están completamente ‘partidizados’.
No podemos perder de vista que en Venezuela han ascendido unos 1.100 almirantes y generales en los últimos seis años. El control absoluto del Gobierno sobre la FAN solo podría llegar a encontrar resistencia en los mandos medios. Pero hay enormes mecanismos de vigilancia y de inteligencia para registrar sus actuaciones. No cabe esperar de ellos un golpe de Estado clásico”, cree San Miguel.
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Así las cosas, aunque parecen tener la llave, la salida de Maduro no pasa, por ahora, por la vía de los militares.
“Es que el alto mando está muy cómodo con Maduro. Para qué tumbarlo si los ha puesto a hacer negocios en áreas estratégicas de la economía, la minería y el petróleo”, dijo al diario español ABC el general (en retiro) Cliver Alcalá, compañero de Chávez en el golpe de 1992, y hoy en la disidencia.
Pero, más grave aún, y según una investigación de la agencia AP, miembros del ejército, aprovechando que el Gobierno les encomendó la distribución de alimentos, montaron una formidable operación de tráfico en la que cobran los productos a un precio 100 veces mayor que el fijado por el Gobierno.
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La repartición de comida se ha convertido en un factor de control social por parte de los militares porque la gente está frente a un dilema: salir a protestar o hacer fila por los alimentos.
El ala civil de esta sociedad militarizada está representada por los colectivos, brutales fuerzas de choque que matan y se hacen matar por la revolución, y que además de ejercer control social, cumplen labores de inteligencia en los barrios.
Esto lleva a otro de los elementos que sostienen a Maduro, el de los amplios sectores que viven de la revolución o se han enriquecido con ella: los enchufados que se han beneficiado del control de cambio y la distorsión de los mercados y las divisas, o la denominada ‘boliburguesía’. O, sin ir muy lejos, las bases populares que, por seguir disfrutando de beneficios o por la nostalgia de tiempos mejores del chavismo, continúan fieles a Maduro.
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Otro elemento imprescindible y que es otro de los pilares que sostienen a Maduro es la llamada ‘hegemonía comunicacional’.
Mientras miles de personas se enfrentaban con la policía en las calles, en los canales de TV pasaban ‘comiquitas’ o telenovelas, o solo las marchas ‘rojas rojitas’.
La censura o autocensura por supervivencia, las trabas a la prensa crítica en la compra de papel o la salida del aire de varias cadenas de TV nacional e internacional han minado las posibilidades de formar una opinión pública diferente al mensaje oficialista.
Ante ese panorama, la articulación de las recientes protestas se ha tenido que hacer a través de internet o del voz a voz.
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