La hora del rearme: el nuevo escenario de la defensa regional
Impulsados por las compras de Hugo Chávez a Rusia y España, el rearme de Chile y las adquisiciones de Colombia, los gastos militares en la región aumentaron un 21 por ciento en la última década. A esto se suman ahora los acuerdos de Brasil con Francia, que incluyen el desarrollo de un submarino nuclear y la transferencia tecnológica que hará de nuestro vecino mayor un polo de industria militar en los próximos años. Por qué la región con menos guerras del planeta invierte en armas. Cómo son las alianzas que se tejen en el interior del continente y cómo juegan en el gran tablero internacional.
Todos los gobiernos de América del Sur minimizan las compras militares que hacen sus vecinos y más aún las propias. No hay enemigos a la vista, pero los nuevos sistemas de armas que llegan a la región son más de ataque que de defensa, como una forma de disuasión agresiva. Por decisiones estratégicas que apuntan a disputar un liderazgo internacional, como forma de acompañar pretensiones regionales, por exceso de divisas -como en los casos del fondo del cobre en Chile o las regalías petroleras en Venezuela- o por simples necesidades de renovación de material obsoleto, empezó a cambiar el tablero de la defensa regional.
También aparecen nuevas alianzas estratégicas. La Rusia de Vladimir Putin -principal proveedor de la Venezuela chavista- combina con las ambiciones de Hugo Chávez. Lula da Silva lleva a Brasil a un fuerte abrazo militar con Francia. Chile diversifica sus amistades entre norteamericanos, británicos, españoles, holandeses y alemanes, pero siempre compra la línea de armas de la OTAN. Los actores más fuertes del vecindario mueven el tablero castrense. La Argentina mira, desea, busca y discute. Sin conflictos concretos a la vista, Latinoámerica renueva sus aparatos castrenses. Las hipótesis de guerra quedaron de lado. Pero ahora se habla de defensa de intereses.
Cada día se conoce una compra o una oferta, como en una incipiente carrera hacia la supremacía militar. Pero, más allá del dinero que se está invirtiendo (un estudio del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones para la Paz señala que, entre 1997 y 2006, América del Sur aumentó un 21 por ciento su gasto en defensa), lo que llama la atención de los observadores especializados son las últimas compras en sistemas de armas de alta tecnología.
A fines del año pasado, Brasil hizo público un proyecto de modernización que llega hasta 2011, con un gasto estimado de 3200 millones de dólares para compras y desarrollo de equipos. Pero la reunión de Lula el martes pasado con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy -en la que sellaron un compromiso estratégico militar cuyo eje más resonante pasa por la transferencia de tecnología para que Brasil construya los hipermodernos cazas Rafale y desarrolle un submarino nuclear-, marcó un punto de inflexión. Un paso del gigante del Sur retumba siempre más fuerte.
¿Avanza la región hacia una carrera armamentista? Aunque esa hipótesis circuló en papers y medios de comunicación, los especialistas consultados para esta nota analizan los indiscutibles números del aumento en las compras de armas desde una perspectiva más compleja, que incluye motivaciones políticas diversas, a veces encontradas.
Desde la ambición de Brasil de ocupar una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU (para lo que necesita mostrar que tiene con qué apoyar las decisiones de ese organismo en los distintos escenarios de conflicto), hasta la decisión de Venezuela de respaldar, llegado el caso, a sus amigos bolivarianos y el fortalecimiento de Chile en sus fronteras difíciles con Bolivia y Perú, distintas líneas -incluidas las del juego más amplio de la política internacional- explican los nuevos escenarios.
Escenarios en los que, por supuesto, no cuentan solamente los intereses latinoamericanos sino también los del resto del mundo. "Francia cambió el concepto de vender por el de fabricar en el país comprador. Eso le interesa mucho a Brasil para desarrollar su industria. Por otra parte, Francia buscaba hace tiempo meterse en Latinoamérica, y hacer pie en Brasil es fuerte", explica Angel Tello, especialista en cuestiones de defensa internacional y fogueado no sólo en la teoría sino también en la práctica (fue vicedecano de la Universidad de La Plata y secretario de Asuntos Militares en los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa).
Con Estados Unidos ocupado en otros conflictos y otros escenarios, dice este experto formado en Francia, hay mejores posibilidades para la vieja aspiración francesa de estrechar los lazos con América latina. Por lo pronto, dice Tello, Francia ya significa para Brasil una espada importante en su lucha por ser miembro permanente del Consejo de Seguridad.
Para llegar al verdadero juego internacional, Brasil prepara su emblema: un submarino a propulsión nuclear. Serán 540 millones de dólares los destinados a su producción y se estima que navegará en 2015. Nadie en la región tiene un proyecto tan ambicioso. Sólo nuestro país hubiera podido igualarlo. Hace años. Brasil ofreció en 2000 a la Argentina trabajar en conjunto para llegar al submarino nuclear. No se dio respuesta entonces y Lula finalmente concretó la idea con Francia. Hasta el 2015, Brasil cuenta con un portaaviones -el único en Sudámerica- como fuerza que puede actuar en distintos escenarios del mundo.
¿Lula imita a Chávez en el gasto militar? ¿Se preocupa por los pasos que da el líder bolivariano? Tello niega que haya un efecto de espejo: "Brasil se mueve por Brasil. En el 2000 ya anunciaban su plan de modernización. No está en una carrera armamentista con Venezuela, a lo sumo toma a Chávez como un moscardón molesto. Brasil tiene problemas con la ocupación de la Amazonia y usa su ejército para eso, pero se ve a sí mismo como una gran potencia, como un factor de estabilización regional, y por eso se refuerza militarmente".
Un poco de ruido
En el Ministerio de Defensa argentino, el crecimiento militar brasileño es entendido como el esfuerzo de Itamaraty -la cancillería de Brasil- de ganar espacio internacional. No habrá allí declaraciones públicas, pero desde finales del año pasado se escuchan comentarios off the record sobre los anuncios de compras brasileñas. Se las toma como la membresía que debe pagar Brasil para ingresar de manera permanente al Consejo de Seguridad. Es que una de las reglas no escritas para los integrantes del club más selecto, ése que tiene poder de veto en todas las resoluciones de la ONU, es contar con la capacidad de resolver los conflictos que se produzcan en su zona de influencia. Para eso se necesita una buena diplomacia, poder económico y un extensible brazo militar.
El embajador argentino en Haití, el sociólogo Ernesto López, a cargo (en licencia) del Programa de Investigación Fuerzas Armadas, Seguridad y Sociedad de la Universidad de Quilmes, fue jefe del gabinete de asesores del Ministerio de Defensa durante la gestión de José Pampuro. Desde la capital haitiana, analiza la situación regional en un período de compras de armas: "Estratégicamente hay dos grandes avenidas en la seguridad de la subregión. Una que pasa por lo que se conoce como nuevas amenazas, como el narcotráfico, el terrorismo y sus delitos conexos con organizaciones internacionales. La segunda avenida se refiere a los temas más tradicionales, como la situación de Bolivia, las amenazas de fractura allí, o la permanencia de la actividad de las FARC y esta mediación de Venezuela que hace un poco de ruido en la relación de este país con Colombia. Hay una convivencia civilizada, pero es verdad que se activó el gasto en armamento.
López recuerda que Venezuela, apoyada en el petróleo, dio un paso muy grande en la subregión, tomó un lugar de referencia y buscó apoyar esa posición con las fuerzas armadas; para eso tuvo que aumentar el gasto militar. En su opinión, Brasil empezó a mirar con cierta atención a Venezuela y por eso empezó a preocuparse en actualizar sus sistemas de armas.
Chile y Venezuela
En los rubros de compra fue Chile el país que ingresó primero a boxes, cambió su equipo y ya tiene casi en funciones 28 cazabombarderos F16 (diez comprados nuevos a los Estados Unidos y 18 usados adquiridos en Holanda), dos submarinos clase Scorpone construidos en astilleros españoles, tres fragatas misilísticas llegadas de Gran Bretaña y 118 tanques alemanes Leopard II. Chile derivó 1400 millones de dólares para reforzarse, con un recurso que no es medido por quienes comparan presupuestos militares: los fondos de la ley del cobre. Se trata de unos 200 millones de dólares al año que Chile deriva, por una norma promulgada en el gobierno de Augusto Pinochet, de la ganancias de su commodity exclusivamente a compras de sistemas de armas.
En el contexto de un ambiente de fraternidad con la Argentina, hasta tal punto que se constituyó una inédita fuerza combinada para misiones de paz, el poderío militar chileno se ubica en la región norte, donde es centenario el reclamo territorial de Perú y Bolivia. Tamaña fuerza de disuasión chilena es un freno a toda aventura. Bolivia, sin comprar armas, realizó una alianza que generó polémicas con todos sus vecinos. Evo Morales firmó un acuerdo con Chávez para permitir la defensa del suelo boliviano con tropas venezolanas. En la práctica, Bolivia contrató a un custodio.
El presidente venezolano tiene la billetera fácil con sus petrodólares y los usa mucho en el campo militar. Rusia se transformó en su dealer de armas. A diferencia de otras naciones, Chávez no tiene problemas en proclamar sus inversiones bélicas. Los contratos con Moscú suman más de 5000 millones de dólares para obtener 24 importantes cazabombarderos Sukhoi 24 y arreglar condiciones para tener los modernos Sukhoi 35, que ni siquiera están aún desplegados en servicio en Rusia. Con ver el folleto Chávez compró. Sumó el pedido por 60 helicópteros de ataque MI35 y encargó tres submarinos clase Varhavianka, con capacidades de lanzar misiles crucero. La excusa para armar a la revolución bolivariana es el riesgo supuesto de un ataque norteamericano. Así Chávez compró 100 mil fusiles Kalashnikov AK 103 para sostener a milicias populares. El concepto que utiliza es el de guerra asimétrica, tal como lo afirma el propio Chávez.
"En el plano de adquisición de armamento hay una paradoja: por una parte se habla de una doctrina de defensa popular, de milicias, de reservas para el hipotético caso de un ataque norteamericano, pero se compran sistemas complejos y avanzados, submarinos, helicópteros y artillería. Eso no sirve para una situación de guerra popular, no sirve para enfrentar a los Estados Unidos, es armamento convencional como para enfrentar a Colombia", dice Aníbal Romero, profesor de posgrado de ciencia política de la Universidad Simón Bolívar y autor de varios libros sobre las relaciones cívico-militares en Venezuela. Sumamente crítico del presidente, asegura además que "Chávez no está preparado para ninguna guerra, ha desmoralizado a los militares venezolanos, que en términos latinoamericanos eran de los más profesionales. No van a pelear en alianza con las FARC como pretende Chávez. Las llamadas milicias son organizaciones de clientelismo que no van a morir por él. Estas compras de armas es dinero botado de los venezolanos".
Y Colombia, ¿ve con preocupación la confrontación con Chávez? "Sólo es una escalada verbal, la intensidad de las relaciones entre los países es tan grande que nadie imagina una ruptura comercial o diplomática y menos una guerra; Chávez tomó a Colombia como pretexto para sostener su figuración pública internacional y también como una forma de distraer a la opinión interna de su país", afirma Alfredo Rangel, director de la fundación colombiana Seguridad & Democracia.
Su fundación mira con detalle los presupuestos militares latinoamericanos y determina que Colombia, pese a ser un país con un promedio de 4500 millones de dólares destinados al esfuerzo bélico, no deriva recursos significativos a compras, sino a sostener el esfuerzo de guerra contra las FARC. En diez años, el ejército colombiano pasó de 150.000 a 250.000 hombres. Sólo este año se anunció la compra de veteranos aviones de combate Kfir a Israel.
Para Rangel, "el término carrera armamentista involucra situaciones de conflicto; debe detonarse por un problema político que empieza a derivarse hacia un enfrentamiento militar. No se da eso en la región. Sí hay una intención significativa de Chile, Venezuela y Brasil de renovar sus equipos, pero no hacia un escalamiento del poder. No se ven intenciones hostiles. Los países latinoamericanos deberían examinar nuevas iniciativas de seguridad común. Es más viable la integración de defensa que la económica".
Y en ese aspecto se cruzan otra vez Lula y Chávez. El venezolano propuso una alianza militar a Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Cuba. El presidente de Brasil teje en estos días un acuerdo con los países sudamericanos para conformar un dispositivo de defensa colectiva que deje a un lado el viejo Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) creado por Washington en años de Guerra Fría. Los brasileños rechazaron hacer una red solidaria de defensa cuando esa propuesta la llevó la Argentina a Itamaraty (al menos cinco veces desde 2000). El tiempo cambia. Brasil se mueve como líder. No gasta, invierte para tener la voz más fuerte en la reunión del consorcio sudamericano.
Demasiado caro para la Argentina
La Argentina no es ajena al interés por renovar la tecnología de combate que hoy atraviesa a la región. Sin el alarde venezolano, la convicción chilena o la determinación brasileña, las autoridades argentinas también preguntan precios, en voz baja. Pero no se deciden. Todo les parece caro.
Los proyectos más serios -y costosos- se dirigen a los aviones caza. La familia Mirage argentina pasará a retiro en 2011, tal como quedó determinado por la Fuerza Aérea y el Ministerio de Defensa. Para ese año deberá estar operativo como sistema de armas su reemplazo. Entre el proceso de licitación, la adjudicación y el entrenamiento de los pilotos no queda mucho margen temporal de maniobra. Dos son los candidatos: el Mirage 2000 francés y el F16 norteamericano. Francia ofreció esa aeronave a la ministra de Defensa, Nilda Garré, a un costo de 90 millones de euros por doce unidades. Quienes participaron en negociaciones con los franceses aseguran que no fue ése el primer ofrecimiento en los últimos cinco años. Ya se había propuesto la llegada del Mirage F1, modelo anterior al Mirage 2000. Francia se quedó sin una respuesta argentina, por sí o por no, decisión que debe tomarse en la Casa Rosada. Entre tanto, se negoció en paralelo con EE.UU. para comprar los cazabombarderos F16. Pero no se hacen anuncios, al estilo de los de Venezuela, Brasil o Chile. Todo es discreto. El clima de época no es favorable en la Argentina para las compras militares.
En el despacho de Garré, hace tiempo que hay un informe reservado sobre la situación operativa de las Fuerzas Armadas. No es un secreto de Estado que la conclusión es negativa. El Ejército expuso que se requieren 770 millones de pesos para comprar municiones. Pero, ¿cómo explicar un gasto en el área militar? Esa duda se ve reflejada en el presupuesto. El Ministerio de Defensa consiguió introducir un artículo en el mensaje del proyecto de ley para sumar recursos que el Ministerio de Economía negaba en las planillas. Se faculta así al jefe de Gabinete a desviar partidas por más de 700 millones de pesos en favor de Defensa. La reparación del rompehielos Irízar se llevará 136 millones. El resto se distribuirá en adiestramiento y equipos. Pero como el texto "faculta" pero no "obliga", ese traspaso de dinero queda a voluntad de la Casa Rosada.
Las compras en la región provocaron, al menos, cierta reactivación local. En los últimos dos años se consiguieron fondos para recuperar algunas aeronaves. Se había llegado al límite de tener un solo avión de transporte Hércules en servicio. Son cuatro los que ahora pueden volar. El Ejército puso además en el aire 26 helicópteros Bell UH 1H y Huey II en el festejo de su grupo aéreo. Tantos aparatos en vuelo es casi un milagro argentino. O bien inversión positiva. Ese día de noviembre último también se presentó un prototipo de helicóptero de ataque de fabricación nacional. Las autoridades de la Fuerza Aérea se enteraron del proyecto por TV. Esa falta de coordinación también ocasionó una competencia entre las tres fuerzas por ser la primera en lanzar un avión no tripulado de reconocimiento. Cada una hizo su propio desarrollo.
Otras iniciativas quedaron en el camino. Se firmó un acuerdo de transferencia militar con Rusia, pero no hubo después hechos concretos. Se rechazaron los dos buques de desembarco casi donados por Francia porque se consideró un gasto excesivo quitar el revestimiento de amianto, supuestamente contaminante. Se probó un helicóptero de China, pero el plan quedó congelado. Se trabó la licitación de radares móviles militares por objeciones de las compañías participantes; de ahora en más se tomaría la decisión de hacer compras directas de país a país. Un operativo de radarización de la frontera norte con sistemas ociosos del Ejército se canceló, con los aparatos desplegados en Formosa y Salta, porque el Ministerio del Interior no transfirió una partida prometida...
Sí llegó el dinero para revisar los cascos de los buques de la Armada. También para desarrollar lanchas patrulleras. Poco en comparación con los anuncios de Venezuela, Brasil y Chile. A precio simbólico fueron entregados por EE.UU. cuatro helicópteros Sea King para reemplazar los perdidos en el Irízar; llegarán en los próximos días. Antes de la cumbre de Mar del Plata, el Pentágono había vendido misiles aire-aire Sidewinder de última generación. Y compró la mitad de la patente de un software de seguridad infomática desarrollado por militares argentinos. La línea militar con Washington parece ser la única que da resultados visibles.
Por Daniel Gallo
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