El mejor caso OVNI de la historia
Por Bruno Cardeñosa
Pese al tiempo transcurrido, el expediente del caso Manises sigue abierto. Y es lógico: nos enfrentamos al episodio más completo y complejo de la historia ufológica española. Un hecho que, grosso modo, podríamos resumir del siguiente modo: un inmenso OVNI provocó el aterrizaje de emergencia de un avión de pasajeros en Valencia; cuarenta personas, desde tierra, observaron extrañas luces sobrevolando el aeropuerto; un caza de combate persiguió a tres extraños artefactos volantes durante casi dos horas…
Días después, mientras una comisión oficial investigaba el suceso, otro piloto de guerra español perseguía a un inmenso OVNI y varios de estos artefactos sobrevolaron Madrid con tal descaro y provocación que a punto estuvieron de provocar un auténtico conflicto aéreo sobre la capital. Y todo esto, tan sólo, en el plazo de 17 días.
Han pasado más de dos décadas, y los hechos ocurridos entonces no sólo siguen siendo considerados los más desconcertantes de cuantos ha deparado la ufología española, sino que los investigadores siguen -seguimos, si me lo permiten- polemizando sobre la naturaleza de una serie de fenómenos en todo punto -en nuestra opinión- inexplicables.
El episodio de Manises le servirá al lector profano para hacerse una idea de la magnitud y espectacularidad del fenómeno OVNI. Sin más demora, adentrémonos en el análisis de este suceso.
"Prefiero no continuar con este tráfico que me está siguiendo"
“Ningún avión de la IV Flota ni ningún navío de la U. S. Navy se encontraban en la zona durante el incidente", se apresuró a explicar por escrito el máximo responsable de la USAF en España cuatro días después de que un avión Super-Caravelle de la desaparecida compañía TAE, con 109 pasajeros a bordo, se viera obligado a aterrizar en el aeropuerto valenciano de Manises (Valencia) pocos minutos después de despegar de Son San Joan (Mallorca) rumbo a Tenerife. Los hechos, como antes decía, ocurrieron el 11 de noviembre de 1979.
En realidad, comenzaron dos horas antes del despegue del mencionado vuelo, cuando el Servicio de Alerta y Rescate de Madrid informó sobre la existencia de una señal de radio de alarma emitiendo en la frecuencia 121.5 a unos 70 kilómetros al noreste de Valencia, en pleno Mediterráneo.
La odisea podría haber quedado en eso, en mera anécdota. Pero la pregunta del piloto de la TAE, Javier Lerdo de Tejada, pocos intantes después de las 23.00 horas solitando información sobre un tráfico no identificado que volaba en rumbo convergente -en pocas palabras, en dirección al avión- hacia él activó todas las alarmas. Además, también él escuchaba a través del canal de emergencia aquella extraña señal de radio.
La pesadilla duraría ocho interminables minutos. Durante ese tiempo, el artefacto, del tamaño de un Jumbo y con dos intensas luces rojas a los lados, subió y bajó respecto al avión, adelantó y retrocedió hasta acercarse a la peligrosa distancia de 200 metros del Super-Caravelle.
Temiéndose lo peor, el piloto tomó una drática descisión:
-¡No continuo, con este tráfico que me está siguiendo prefiero no continuar! -exclamó Lerdó de Tejada.
Nadie en Centro de Control de Barcelona, que centralizó todas las comunicaciones durante el incidente, rechistó la decisión del comandante. Al fin y al cabo, de él dependían aquellos 109 pasajeros, turistas austriacos en su mayoría.
Mientras todo esto ocurría cuando el avión sobrevolaba el Mediterráneo, los operadores del radar de la Base Aérea de Torrejón (Madrid) buscaban en sus pantallas al intruso no identificado pero éste no aparecía por ningún lado. Eso sí, el radar militar de Benidorm localizó, durante todo ese tiempo, hasta 5 ecos no identificados volando sobre la zona a una altura aproximada de 10 kilómetros. El Levante estaba viviendo una auténtica “invasión”…
Fuera lo que fuera, algo extraño y físico estaba violando espacio aéreo español y nadie cuestionó la arriesgada decisión del comandante.
Tampoco lo hizo Miguel Morlán, director en funciones del aeropuerto valenciano, porque él y 40 empleados de las instalaciones llegaron a observar hasta tres OVNIs próximos a las intalaciones, uno de ellos tan cercano que los operarios, creyendo que se trataba de un avión, encendieron raudos las luces de las pistas… pero el extraño objeto esférico levantó su vuelo cuando parecía que tenía la intención de tomar tierra.
En suma, una aeronave de procedencia desconocida había abordado un avión de pasajeros y se había situado sobre las pistas de un aeropuerto de uso conjunto civil y militar. Por si había dudas, a todos los testimonios visuales había que sumar la detección en radar de varios OVNIs sobre cielo español.
El desafío, por parte de los tripulantes de aquellos artefactos estaba servido. Así lo entendieron en el Mando Aéreo de Combate en Madrid, donde aceptaron la "afrenta" y ordenaron el despegue de un caza de intercepción -un scrambe- desde la Base Aérea de Los Llanos (Albacete).
A las 00.42 horas, ya del 12 de noviembre, un Mirage F-1 pilotado por el capitán Fernando Cámara se elevaba sobre los cielos del Levante ajeno a la naturaleza de su misión. No la olvidaría jamás…
Un caza se lanza a la persecución del OVNI
Ya en vuelo, Pegaso (nombre en clave militar que recibe el centro de operaciones de Torrejón desde donde se vigila todo el espacio aéreo español) informó de lo que ocurría y los generales que controlaban la situación le solicitaron al piloto militar que preparara el faro-policía y el armamento.
Para entonces, Cámara ya debía suponer que aquello ni era un entrenamiento ni una broma, pese a que ni sus ojos ni el sofisticado radar de infrarrojos de a bordo detectaba nada extraño a la vista. Pero sí a los oídos…
De repente, un "sirenazo" se coló por todos y cada uno de los canales de radio del avión en el momento en que Pegaso detectó un No Identificado alejandose en dirección a África. En ese momento, los oficiales que se encontraban al frente de las operaciones obligaron a Cámara a dirigirse justo hacia el lugar en donde según el radar se encontraba el OVNI. A una velocidad próxima a la del sonido, el Mirage F-1 se dirigió hacia el intruso aéreo. Comenzaba el "baile"…
A partir de ese momento el OVNI o los OVNIs parecieron jugar con el caza español, obligando a Cámara a dirigirse de un punto a otro del país. Casi al mismo tiempo, las interferencias se hicieron más y más fuertes. Justo cuando comenzaron a menguar, el radar detectó un nuevo OVNI sobre Valencia. "Dirígase hacia esa zona", indicaron a Cámara.
Ahí estaba: el objeto tenía forma de campana y cambiaba secuencialmente de color, verde, rojo, blanco… Al acercarse, el chirriante sirenazo volvió a introducirse por sus cascos y el misterioso objeto aceleró a una velocidad prodigiosa hasta desaparecer a lo lejos.
Antes, el No Identificado accionó sus sistemas de ataque blocando los del sofisticado F-1, que no lograba captarlo en su equipo de infrarrojos, como si aquel objeto no empleara calor para desplazarse.
El piloto perdió de vista durante muy poco tiempo al OVNI. En Pegaso, intranquilos y nerviosos, volvieron a registrar algo extraño:
“Hacia Sagunto hay otro… un objeto alto”, le dictaron a Fernando Cámara, que en ese momento estaba viendo a lo lejos el objeto que había avistado a la altura de Valencia a la vez que otro OVNI sobrevolaba Sagunto. Y le pidieron que se dirigiera hacia allí.
La película volvió a repetirse: vacío de radar, monstruosa aceleración, blocaje y cambios de color. Minutos después, apareció en las pantallas un nuevo OVNI que obligó al piloto a recorrer de nuevo la mitad este de la Península. Persiguió al intruso hasta Mahón, pero sin éxito. No pudo identificarlo. Lo vio, efectivamente lo vio, y, de nuevo, le blocó, de tal modo que de haber actuado de otro modo, el capitan Cámara hubiera pensando, sin duda, que era una afrenta de guerra. Tras hora y media de persecución, el Mirage F-1 encendió el piloto rojo del combustible. Se acababa el queroseno. Y, lógicamente, el retorno a la Base Aérea de Los Llanos se hizo obligatorio.
Cuando ya enfilaba su Mirage hacia la capital manchega, el misterioso objeto no identificado “blocó de cola” al caza. Si se hubiera tratado de un avión, y hubieramos estado atravesando un periodo de guerra, aquello habría sinificado el inicio de un combate aéreo. Pero tras la desafiante y provocadora actitud del OVNI no parecía haber actitud agrevisa alguna. Con el susto instalado en su cuerpo, Fernando Cámara tomó tierra tras hora y media de insólita misión.
La investigación oficial
La mañana del 12 de noviembre fue agitada en Manises. Bullían los comentarios y el movimiento resultaba inusual, al tiempo que el ministro de transporte, Sánchez Terán, inaguraba el sector civil del aeropuerto. El gobernante, lógicamente, se interesó por la historia del OVNI, cuya presencia en los cielos se convertiría en cuestión de horas en una noticia de primera magnitud.
A lo militares, probablemente, les hubiera gustado mantener en secreto todo lo que había ocurrido la noche anterior. Pero fue imposible. Y es lógico: la odisea había sido protagonizada por tantas y tantas personas que los rumores comenzaron a circular la misma noche de autos.
La situación se podía calificar como grave desde diferentes puntos de vista. Al fin y al cabo, el espacio aéreo nacional fue violado de forma impune y un avión con 109 pasajeros había sido desviado de su ruta. Lógicamente, las autoridades buscaron soluciones y, para ello, se hacía necesario seguir el protocolo habitual para abrir diligencias:
"Un avión de la TAE aterrizó de emergencia por motivo de la presencia peligrosamente cercana de un objeto no identificado. Se ha procedido a iniciar expediente", escribió vía teletipo esa mañana el coronel-jefe del Sector Aéreo de Valencia a su superior en Madrid. Éste, a su vez, puso los hechos en conocimiento de Agustín Rodríguez Sahagún, por entonces ministro de Defensa.
Y, coincidiendo con las primeras luces del 13 de noviembre, un juez-instructor de la III Región Aérea llegaba desde Zaragoza para interrogar a los testigos y buscar explicación a un hecho que había trascendido provocando un tremendo impacto en la opinión pública española.
El informe oficial del caso permaneció en secreto durante 15 años hasta su desclasificación el 29 de julio de 1994. A pesar de contar con 142 páginas, la información confidencial ofrecida al público se encuentra incompleta. Faltan, por ejemplo, los informes de Fernando Cámara, el piloto que persiguió a los OVNIs por todo el Levente. Sin embargo, el investigador oficial, tras advertir que "la seriedad y buen juicio de los testigos está fuera de toda duda", señaló en su informe, firmado el 28 de noviembre de ese mismo año, que tras analizar los hechos "se señala la necesidad de considerar la hipótesis de que existe una nave de procedencia desconocida propulsada por energía también desconocida".
En muy pocas de las investigaciones oficiales efectuadas por el Ejército del Aire español se pueden leer conclusiones tan determinantes: “nave desconocida” y “energía desconocida”.
Además, el informe oficial del caso recoge también otros testimonios que prueban la presencia de luces no identificadas aquella noche sobre España. Incluye también una copia de mala calidad de una extraña fotografía obtenida hacia las 2.30 de la madrugada de esa misma noche del 11 al 12 de noviembre por el mecánico Pep Climent en Sóller (Mallorca) en la que aparece un objeto emergiendo del mar.
La historia de los negativos de esa imagen es insólita. Días después de obtenerse la fotografía, Pep Climent recibió la visita de varios oficiales del Ejército del Aire. Uno de ellos era el capitán que se encontraba al frente de las investigaciones oficiales de los hechos acaecidos el 11 de noviembre. El militar pidió al testigo que entregara los negativos de la imagen del OVNI, a lo que Climent no pudo negarse. Lógicamente no iba a complicarse la vida por una simple fotografía de un fenómeno desconocido.
La confiscación de las fotografías ilustra bien a las claras que el Ejército se tomó muchas molestias para poner en orden todas las informaciones relativas al OVNI de Manises.
La gravedad de los hechos -estimaban las altas esferas- lo exigía. Y la naturaleza desconocida de los No Identificados avistados ese día también. Evidentemente, de la investigación oficial no supo la sociedad española, que gracias a los medios de comunicación sí fue informada de lo ocurrido pero que sufrió la poca transparencia del Ejército sobre el asunto. Es importante recordar que en marzo de ese mismo año 1979, la Junta de Jefes del Estado Mayor había elevado a la categoría de “materia reservada” todo lo relacionado con el tema de los OVNIs.
Y aunque a partir de 1992 el Ejército del Aire español se vio obligado a desclasificar algunos informes sobre OVNIs, entre ellos el relativo al caso que nos ocupa, la confidencialidad sobre el enigma prosigue.
La aparente transparencia de las autoridades hispanas animó a Pep Climent a escribir en 1995 al Mando Operativo Aéreo, el organismo militar que ha gestionado la desclasificación de los informes, para solicitar del Ejército la devolución de los negativos. La respuesta fue desalentadora: “No consta que el Ejército haya dispuesto de esas imágenes.”
La contestación delató a las autoridades que, pese a haber transcurrido desde entonces la friolera de 16 años, parecen desear mantener en secreto algunos aspectos del episodio que estamos analizando. Les explicó por qué.
Al tiempo que Climent solicitaba la devolución de las imágenes, la investigadora afincada en Mallorca Carmen Domenech localizaba unas imágenes reveladoras. Las halló buceando en los archivos de un periódico local. Las tomas, sin embargo, nunca fueron publicadas. En parte porque no las había tomado ningún reportero gráfico. Las había obtenido –ha de suponerse que filtrada de algún modo desde fuentes militares- algún redactor que siguió de cerca la historia.
En la secuencia se observa cómo un coche oficial se detiene a pocos metros de la puerta del local comercial de Pep Climent. De su interior salen varios oficiales militares vestidos de uniforme que acuden al encuentro del autor de las fotografías del OVNI. La secuencia se completa con la entrega de los negativos a los oficiales. Se trata, pues, de una prueba irrefutable de que el Ejército del Aire confiscó las imágenes. Ahora bien, ¿quién efectuó los disparos que inmoralizaron la “operación”?
Las pistas apuntan hacia los servicios de inteligencia, que bien pudieron haber seguido de cerca los pasos de los investigadores oficiales que efectuaron la investigación secreta de 1979. Es decir: contraespionaje.
La importancia del OVNI de Manises
El suceso ocurrido el 11 de noviembre de 1979 cuenta con todos los ingredientes necesarios para merecerse el calificativo de mejor caso de la historia ufológica española.
Motivos, sobran. Veamos:
Testigos de alto nivel.
Tanto la tripulación del vuelo de TAE como el capitán que se hizo a los mandos del Mirage F-1 son individuos más que preparados para discernir qué es normal y qué anormal en los cielos. Su preparación técnica y psicológica, y sus meticulosos estudios en física, astronomía, meteorología y astronáutica son argumentos más que suficientes para defender y postular a propósito de la calidad de los pilotos como testigos de avistamientos de OVNIs. Por algo están considerados como los observadores de más categoría…
Detección en radar.
A las observaciones de los pilotos hay que sumar que los radares militares detectaron la presencia de objetos desconocidos en el cielo. Este hecho confirmaba que se trataba de auténticos artefactos sólidos y dotados de naturaleza física. Los radares dificilmente se equivocan. Y menos en este caso, pues la detección en las pantallas de radar estaba precedida de la observación visual.
Observadores desde tierra.
Lo detectado por radar, y lo captado visualmente por los pilotos, fue seguido desde tierra en diferentes puntos del Levante. Sólo en el Aeropuerto de Manises más de cuatro decenas de personas se convirtieron en testigos de los hechos.
Comportamiento inteligente.
Todos los testigos del conocido incidente de Manises coinciden en resaltar que el comportamiento del OVNI –o los OVNIs- era inteligente. Por sus movimientos, actitud y disposición no se puede pensar otra cosa.
Tecnología desconocida.
Como el propio juez-informador oficial aseguró en su informe, las maniobras de los OVNIs denotaban que estaban dotados de una tecnología por encima de la desarrolada por la técnica humana en 1979.
Todos estos componentes, y otros muchos, provocaron que el suceso del 11 de noviembre de 1979 llegara incluso al Congreso de los Diputados.
El parlamentario socialista Enrique Múgica, en la actualidad Defensor del Pueblo, bien informado de los sucesos de Manises, meses después de que sucedieran elevó una interpelación parlamentaria al gobierno de entonces, de la Unión de Centro Democrátrico (UCD), preguntando por la naturaleza del artefacto que provocó la suspensión del vuelo de la TAE. La pregunta jamás fue respondida por el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún. Sin embargo, sí se redactó un borrador que jamás se daría a conocer.
Gracias al informe oficial del caso sabemos que se elaboró un escrito de cuatro páginas para el Gobierno, pero el documento, inexplicablemente, nunca fue dado a conocer. Su contenido pretendía minimizar sutilmente los hechos… Sin embargo, el Ejército del Aire ya había manifestado –secretamente- que el suceso había sido provocado por una nave desconocida dotada de tecnología desconocida.
Ha sido una constante en la actitud del Gobierno español sobre los OVNIs desde los años sesenta: de cara a la opinión pública se ofrecen explicaciones falsas, mientras que puertas adentro se inventigaba concienzudamente el enigma de los No Identidicados.
Además, y respecto al caso de Manises, las autoridades tampoco ignoraban que pocos días después de suceder lo narrado, los OVNIs siguieron haciendo de las suyas.
La oleada continuó en España
Seis días después del caso Manises, hacia las 17.20 del 17 de noviembre de 1979, los radares militares españoles detectaron sobre Motril (Granada) un eco no identificado que provocó el despegue de una caza F-1 desde la misma Base Aérea de Los Llanos.
El piloto del vuelo trató de aproximarse sin éxito al inmenso objeto que según el informe oficial estaba compuesto por "tres luces fuertes formando un triángulo isósceles". Mientras trataba de aproximarse al OVNI escuchó en sus cascos a través del canal 11 de UHF una voz infantil de procedencia desconocida que decía: "Hola, ¿cómo estás? Hola, hola..." Jamás pudo explicarse el origen de aquella misteriosa "inclusión".
Según el informe oficial del suceso, añadido al expediente secreto del caso del 11 de noviembre, el caza "tomó tierra sin novedad en Albacete a las 18.05 horas". Sin embargo, según me explicó en una ocasión el periodista e investigador J. J. Benítez para un documental de televisión, "cuando el piloto aterrizó, lívido, comprobó atónito cómo los remaches del avión habían saltado literalmente", como si el caza hubiera estado en el campo de influencia de un artefacto que emitía una poderosa energía. Algunas fuentes aseguran incluso que debido al impacto emocional provocado por lo sorprendente del encuentro OVNI, el capitán del Ejército del Aire requirió apoyo psicológico.
Durante aquel mes, los OVNIs siguieron observándose en casi todos los puntos de la Península. El punto álgido de aquella oleada llegó hacia la 1.30 horas de la madrugada del 28 de noviembre. Desde diferentes puntos de Madrid cientos de testigos observaron una serie de extrañas luces sobrevolando la capital. "Son como dos pirámides truncadas", aseguró uno de ellos a través de los micrófonos de la cadena SER, que retransmitió en directo las observaciones. Además, los OVNIs fueron fotografiados al tiempo que las comunicaciones radiofónicas de Potección Civil y Cruz Roja quedaron inutilizadas sin causa aparente.
El informe oficial del caso asegura que desde los radares militares de Villatobas (Toledo) y Calatayud (Zaragoza) fueron detectados tres OVNIs sobre la Madrid, que provocaron, a las 4.30 de la madrugada, la salida en emergencia de un caza de la base de Torrejón que logró acercarse a los OVNIs, que también fueron detectados en las pantallas de radar de la carlinga del caza.
El episodio pudo haber sido dramático, porque -empleando medios tecnológicos- el OVNIs presentó varias situaciones electrónicas de ataque que a punto estuvieron de provocar que el caza abriera fuego contra el "intruso". Sin exagerar: aquella noche Madrid pudo haber asistido a un auténtico combate en los cielos.
Sucesos como los relatados son más que significativos a la hora de mostrar cuán desconcertante y fascinante es el misterio de los OVNIs. El episodio de Manises es tan complejo y completo que sobran las palabras y las explicaciones. Nos demuestra que los OVNIs son un asunto serio, que requiere un análisis en profundidad y un examen meticuloso.