Achei melhor colocar aqui essa boa analise.
http://www.nuevamayoria.com/index.php?o ... &Itemid=51
Rosendo Fraga
Brasil es la mitad de América del Sur en territorio, población y PBI. Sobre los veinte países de América Latina, pasa a ser un tercio.
Pero además es el único país latinoamericano con vocación de actor global. Cabe recordar que en mayo, en Madrid, cuando asistía a la Cumbre Unión Europea-América Latina, el Presidente de México, Calderón, manifestó públicamente que su país no sentía ningún resquemor por el liderazgo brasileño en la región, aceptando que su país no tiene vocación de actor global ni pretensión de ser líder regional.
Sobre esta situación, cabe destacar la particularidad de la cultura política brasileña, siempre proclive al consenso y el acuerdo y a evitar confrontaciones. La historia muestra que es un país singular en esta materia. Fue el único del continente americano que realizó su independencia de Europa sin guerra, como sucedió tanto con la América española y la inglesa. Termina con la esclavitud en 1888 -que en términos sociales tuvo un gran alcance- sin conflicto, como no sucedió en los EEUU, que sufrió una sangrienta guerra civil de tres años. Al año siguiente abolió la monarquía, también en forma incruenta, cuando este tipo de procesos normalmente generó fuertes conflictos e incluso guerras civiles, como tuvo lugar en la Francia de finales del siglo XVIII.
Esto quiere decir que gane las elecciones presidenciales de octubre la candidata oficialista, Dilma Rousseff, o lo haga el opositor, José Serra, los cambios serán graduales o incluso solo de matices.
Brasil actor global.
Comenzando por el rol de Brasil como actor global o potencia mundial, en cualquiera de los dos casos continuará la política en esta dirección, que está simbolizada en la pertenencia del país al llamado grupo BRIC de los grandes países emergentes, que comparte con Rusia, India y China. La última Cumbre del grupo tuvo lugar en Brasil y cualquiera sea el candidato que gane, estará presente en la del año próximo, que será en China o India, como Presidente brasileño.
Que Brasil sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la UN, si este se reforma, o que el país tenga en función un submarino a propulsión nuclear en 2020, son objetivos que no cambiarán, gane quien gane.
Pero sobre este rol global hay matices. La oposición ha criticado la política de Lula hacia Irán, que llevó a votar contra las sanciones que le impuso el Consejo de Seguridad, con el voto de China y Rusia. Probablemente, en un gobierno de Serra se abandone este aspecto de la política exterior, que él ha criticado duramente, y que llevó a votar solo con Turquía contra los cinco miembros permanentes y siete de los no permanentes del Consejo de Seguridad (absteniéndose sólo el Líbano).
Hasta el presente, Brasil nunca había votado contra el Consejo de Seguridad y, en caso de discrepancia, se había abstenido.
Esta situación ha generado un distanciamiento con los EEUU, que la reciente visita de la Secretaria de Estado Hillary Clinton no logró superar.
El tema ha sido el aislamiento de Brasil en el seno del mismo grupo BRIC, al quedar enfrentado con China y Rusia -en la misma posición hubiera votado la India de haber sido uno de los diez miembros no permanentes del Consejo de Seguridad-, que desoyeron la propuesta de Brasil.
En la política exterior brasileña del segundo mandato de Lula, la oposición ha criticado -y el mismo Serra lo ha hecho- la relación con regímenes autoritarios como Irán y Cuba. Este es un punto en el cual las cosas pueden cambiar algo con uno u otro resultado.
La relación con los EEUU.
Hasta hace un año, la relación de Brasil con EEUU fue buena y las perspectivas que generaba un gobierno de Obama es que pudiera pasar a ser muy buena. Pero fue la crisis de Honduras en el ámbito regional y las mencionadas diferencias con Irán en el global las situaciones que marcaron las diferencias, que llevaron el vínculo bilateral al nivel más bajo de los últimos tiempos, aunque la relación hoy podría calificarse de regular.
En realidad EEUU, ya desde el primer mandato de Bush, había explicitado su visión de que este país sudamericano debía ser el líder de la región. En 2003, al visitar Sudáfrica, el último presidente republicano dijo que Sudáfrica debe ser en el África Subsahariana lo que Brasil es en América del Sur.
Los EEUU habían asumido el decidido rol regional brasileño y comenzaban a tolerar su rol global en el grupo BRIC, pero la política hacia Irán, superando la independencia que normalmente muestran Moscú y Pekín en el plano internacional, es algo que resultó inesperado.
En Washington se espera que un nuevo gobierno brasileño -aun siendo el de Rousseff- permita reestablecer la relación anterior, adjudicando las diferencias surgidas más a la personalidad de Lula que a una política permanente del país.
Cabe señalar que los dos primeros años de gestión del nuevo presidente de Brasil coincidirán con la segunda parte de este mandato de Obama, que tiene en la elección legislativa del 4 de noviembre -cuatro días después a la segunda vuelta de la presidencial brasileña si la hubiera- su hito político más importante.
El liderazgo de Brasil en América Latina.
Es algo que no cambiará. Combinar al mismo tiempo la Cumbre de Presidentes de América Latina y el Caribe -de la cual solo están excluidos EEUU y Canadá- con la Unión de Naciones Suramericanas como instrumentos de la política regional, es algo que continuará. Pero pueden existir nuevamente matices.
La mencionada Cumbre anual de Presidentes de América Latina y el Caribe se puso en marcha por iniciativa de la diplomacia brasileña en 2008 y se formalizó en 2009. No es un organismo internacional, sino un ámbito de concertación de políticas. Lo más relevante es que mientras la Organización de Estados Americanos (OEA) está integrada por treinta y cinco países -solo está excluida todavía Cuba, aunque en proceso de incorporarse, y suspendido Honduras-, esta Cumbre tiene treinta y cuatro y están excluidos EEUU y Canadá, que sumados tienen tres cuartas partes del PBI del continente americano.
Cabe recordar que todavía la economía del estado más grande de los EEUU, que es California, supera la de Brasil.
UNASUR, integrado por los doce países del subcontinente -los diez iberoamericanos más Guyana y Surinam, es decir las ex Guyana inglesa y holandesa- es otra iniciativa de la diplomacia brasileña, que en este caso busca dar entidad política propia a una región en la cual la influencia de los EEUU es menor que al norte del Canal de Panamá.
El Tratado que le da origen establece que, para existir, requiere que tres cuartas partes de los países que la integran lo hayan ratificado en sus respectivos parlamentos. Hasta ahora lo han hecho solo cinco (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guayana y recientemente Argentina, después que fuera designado el ex Presidente Néstor Kirchner como secretario general) y en consecuencia es una entidad más real que formal, y que Brasil no ha ratificado.
Por esta razón, no tuvo ningún rol en la reciente Cumbre Unión Europea-América Latina. La UE mantuvo reuniones con los países de América Central, los del Grupo Andino y los del MECOSUR, pero no con UNASUR como tal.
Brasil impulsó la creación de su Consejo de Defensa integrado por los ministros de Defensa de los doce países. Es la institucionalización más concreta que ha realizado, aunque hasta el momento no ha pasado de organizar un Centro de Estudios y Análisis.
La reciente asamblea de la OEA, realizada en Lima, volvió a mostrar las diferencias entre Washington y Brasilia respecto a Honduras. Mientras la primera propuso que se reintegre a la organización, la segunda se opuso. Finalmente, la diplomacia estadounidense logró la creación de una Comisión destinada a analizar el caso.
Pero esta reunión puso en evidencia que dentro de UNASUR, Colombia, Perú y ahora también Chile tienen en este tipo de conflictos políticos más afinidad con EEUU que con Brasil, como sucede con el reconocimiento del gobierno hondureño del Presidente Porfirio Lobo.
Si gana Serra, es posible que en futuras crisis como la de Honduras, Brasil asuma una posición algo más pragmática y menos principista que la adoptada por Lula. Este sigue demorando el reconocimiento del gobierno hondureño, y si gana la oposición es posible que este proceso se acelere. Ello implica que las recientes diferencias entre Brasilia y Washington en la región también pueden atenuarse o moderarse en un gobierno del principal candidato opositor.
Un gobierno del PT probablemente continúe la política de Lula de adoptar una actitud paciente frente a algunos gobiernos de la región. La relación con Chávez posiblemente seguirá sin cambios, pero si gana Serra a lo mejor su paciencia respecto al presidente venezolano sea menor.
Es por esta razón que Chávez ha pedido públicamente que defina la incorporación formal de su país al MERCOSUR -demorada por falta de aprobación en el Senado de Paraguay- antes de dejar el poder, porque teme con fundamento que en un gobierno de Serra no tenga el mismo respaldo para integrarse al grupo como miembro pleno.
Algo similar sucederá con el régimen cubano, cuya relación con Lula ha sido buena y con Serra no lo será tanto.
El MERCOSUR y Argentina.
Respecto al MERCOSUR, las diferencias son más nítidas. Serra ha dicho públicamente que es partidario de terminar con el arancel externo común y transformar el grupo en una zona de libre comercio, aunque después buscó diluir sus afirmaciones. Ello implica abandonar el proyecto inicial del grupo regional, que apuntaba a ir dando pasos graduales de mayor integración, teniendo como meta el proceso y la estructura lograda por la UE.
En alguna medida es una política que sincera lo que ha sucedido en esta década. Brasil ha dejado de impulsar el MERCOSUR y con su política de ampliación sin profundización e institucionalización paralela, pareciera querer transformarlo en una suerte de zona de libre comercio de UNASUR.
Pero la candidata del PT ha ratificado la vigencia y necesidad de mantener el grupo en su concepción actual, diferenciándose en ello de Serra, quien refleja una opinión predominante en el empresariado industrial de San Pablo.
La negociación MERCOSUR-UE, que se ha reanudado desde mayo y que enfrenta dificultades, probablemente en un gobierno de Serra puede transformarse en un acuerdo final Brasil-UE, como el que tienen México y Chile y negocian Perú y Colombia, y no en uno regional como el firmado con los países de América Central.
En lo que hace a la relación bilateral con la Argentina, el nuevo gobierno brasileño, que asume el 1 de enero de 2010, convivirá solo un año con la Administración argentina de Cristina Kirchner.
En caso de ganar Serra, es previsible que la relación no sea tan buena como la registrada con Lula. No solo la ideología, sino la personalidad de ambas figuras, seguramente traerán como consecuencia una relación más distante si gana el candidato opositor, cuyas declaraciones subestimando la importancia del MERCOSUR tuvieron repercusión en Argentina. En cambio, con Rousseff, se puede prever una mayor continuidad con la política actual.
El termino paciencia estratégica, que se adjudica al Presidente brasileño como respuesta a las críticas que recibe en su país por ser demasiado flexible con la Argentina de los Kirchner, no se usará con Serra.
Podría agregarse que siendo la candidata del PT una mujer, ello podría facilitar el diálogo con la Presidente de Argentina.
Entre 2007 y 2010, dos mujeres gobernaron al mismo tiempo Chile y Argentina, y en 2011 podrían hacerlo en este último país y Brasil.
Pero volviendo al punto inicial, siempre es necesario recordar que la política exterior brasileña tiene fuertes líneas de continuidad más allá de los gobiernos, y que la cultura política del país siempre opta por cambios graduales y no bruscos y por buscar evitar los conflictos y las confrontaciones.
Un ejemplo de ello es el actual ministro de Defensa de Lula, Nelson Jobim, que propone al Consejo de Defensa de UNASUR una iniciativa para gestar proyectos en común en materia de industria militar, que permitan defender los recursos naturales de la región, importantes en agua, energía y alimentos. Dice que la región necesita esta estructura para poder decir sí a las iniciativas externas.
Suele decirse que en Brasil el sí puede ser quizás y el quizás puede ser no, porque éste no existe.